jueves, 25 de agosto de 2016

La Prossa Castellana.

La prosa castellana: su nacimiento y consolidación
Con Alfonso X la lengua castellana adquiere carta de naturaleza como lengua escrita y cultural. Tal afirmación puede ser hecha porque antes de su reinado, la lengua culta escrita era el latín, y a partir de la labor de su scriptorium y de la difusión de documentos desde su cancillería, deja ese puesto prominente al castellano.

Como ya hemos dicho, el monarca estaba interesado en los temas humanos, pero la cultura cristiana sólo le ofrecía la perspectiva desde el punto de vista teológico cristiano, por lo que recurrió al saber como lugar en el que obtener datos más interesantes para sus objetivos. En su reino podía tener a su alcance toda una tradición cultural diferente como la árabe o la griega clásica, por lo que el objetivo que se marcó fue el de tener accesibles esos conocimientos. Es en este ámbito donde cobra su verdadera importancia el taller de traductores. Funcionaba con distintos sabios especialistas en diferentes lenguas, como el árabe, el hebreo, el italiano, el griego, el leonés, o el castellano, que se coordinaban entre sí para realizar las diferentes traducciones o los encargos del rey. Para una misma tarea se necesitaban diferentes colaboradores ya que era muy difícil que un mismo traductor conociera perfectamente varias lenguas, el árabe o el griego como lenguas de partida y el latín como lengua de llegada. Por ello, el procedimiento de traducción consistía en que la traducción se hacía de forma oral, es decir, el sabio en árabe o en griego iba traduciendo al castellano de forma oral los escritos, mientras que el sabio en latín lo oía en castellano y lo traducía por escrito al latín.

La gran innovación de Alfonso X en este procedimiento fue suprimir ese último paso: la traducción por escrito en latín. De esta forma la traducción de los textos árabes, o en otros casos de textos griegos, quedaba directamente escrita en castellano.

Evidentemente, este cambio de proceder en la práctica traductológica, aunque en un principio pudiera parecer que respondiera a una cuestión práctica, pues así las traducciones podrían realizarse en un tiempo breve, en consecuencia, serían más abundantes, se debió a una razón más importante y trascendente como fue la de reconocer al castellano como la lengua de uso común entre la población y, por lo tanto, la lengua en la que más personas podrían acceder al saber. También fue una decisión consecuente con la que se había adoptado en la cancillería de su padre, Fernando III, al redactar los documentos públicos en esta misma lengua. Sin lugar a dudas, este hecho no podría haberse dado nunca si el castellano como lengua de comunicación no hubiese estado completamente estandarizado entre la población y hubiera logrado ya su plena madurez. El rey sabio constató con su proceder esta realidad y consiguió que la lengua castellana se normalizara en pleno siglo XIII en todos los escritos, tanto jurídico-administrativos como literarios.

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