jueves, 25 de agosto de 2016

La Poesia en Muzarabe.


  Poesía en Mozárabe.
 
   Las Jarchas Mozárabes fueron versos que se volvieron sumamente populares a partir del siglo IX, al recitarse como pequeños estribillos al final de las muasajas, un tipo de poema árabe que solía ir acompañado de música. Cabe mencionar que el término Jarcha procede del dialecto mozárabe y su significado en español es salida o final.


  Estos pequeños versitos fueron utilizados por diversos autores para darle un remate final a sus muasajas y prodigarles un carisma popular con un cierto arraigo ancestral. La diferencia entre ambos estilos (muasajas y jarchas) es que las muasajas se hallaban escritas en árabe, mientras que las jarchas, en el dialecto mozárabe, utilizado en el Reino al-Ándalus. Además, mientras que los poemas arábigos son entonados por una voz masculina que canta utilizando elementos líricos relacionados con la belleza, las jarchas son declamadas por una mujer y consisten en lamentos de amor y soledad que van dirigidas a un amante que no les presta atención. A través de ellas, puede leerse también la resignación de un pueblo contra la persecución y la adversidad que debió enfrentar durante siglos, personificando en el amor esa esperanza de paz y tranquilidad que parece tan huidiza y lejana.

  Con el paso del tiempo las muasajas evolucionaron a los zéjeles, un tipo de forma poética que se hallaba escrito en un lenguaje arábigo vulgar y con elementos realistas. Algunos de estos poemas, también se valieron de las jarchas para rematar sus palabras.

Mozárabe
Para el conjunto de lenguas romances habladas en Al-Andalus, véase Idioma mozárabe.

Mozárabes (del árabe mustaʕrab, 'arabizado'; en árabe:
مستعرب), es el nombre con el que se conocía a la población cristiana, de origen hispanovisigodo, que vivía en el territorio de al-Ándalus. Durante el primer siglo desde la islamización de la península, suponían entre el 90 y el 95% del total de los habitantes de la zona, para reducirse al 50% aproximadamente a lo largo del siglo XI como consecuencia de su paulatina conversión al Islam.[1] Ello da una imagen de su importancia demográfica.

   Sufrieron intermitentes persecuciones a lo largo de la historia. La de Córdoba (850-859) puede considerarse la primera de las grandes persecuciones.[2] La masiva deportación de 1126 al norte de África supuso la desaparición de todos los cristianos de las zonas urbanas del territorio

 






 

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