Imposición del
Castellano
“Siempre la lengua fue compañera del imperio” decía Elio
Antonio de Nebrija en su obra de lingüística española (1492), escrita en plena
incursión colombina. Uno de los principales intereses de los peninsulares en
América fue la implantación del castellano como lengua franca. Para los
colonizadores, la suplantación de los idiomas autóctonos fue más difícil que el
desalojo del poder de los vencidos de las empresas coloniales; los hispanos
asaltaron en pocos años el espacio político y social, pero su lengua lo está
logrando solo al cabo de cinco siglos de dominación y violencia cultural, y aun
en contra de considerables resistencias de los pueblos indígenas.
Desde la época colonial las lenguas indígenas de
América formaron parte del debate de la política de consolidación del modelo de
dominación. De hecho, las posiciones más duras mostraban un menosprecio
explícito por ellas, junto a un deseo expreso de extinguirlas. Tomás López
Medel, Oidor de Guatemala, escribió en 1550 refiriéndose a la necesidad de
expandir el castellano: “Y de esta manera se dará entrada para nuestra
lengua y para las cosas de nuestra religión y para desterrar la bárbara lengua
de estos [indios], y sus abominables costumbres”. Igualmente,
en Perú, el oidor Juan de Matienzo propuso que se forzara a los indios a
aprender el español.
Por otro lado se encontraban las posiciones más
objetivas y equilibradas, por ejemplo el jesuita José de Acosta escribe en
1588: “hay quienes sostienen que hay que obligar a los indios con leyes
severas a que aprendan nuestro idioma ... si unos pocos
españoles en tierra extraña no pueden olvidar su lengua y aprender la ajena […] ¿en
qué cerebro cabe que gentes innumerables olviden su lengua en su tierra y usen
solo la extraña que no la oyen sino raras veces y muy a disgusto?
La política pública de castellanización
comenzó sus andaduras como un instrumento necesario para la propagación del
cristianismo, la evangelización fue el norte cultural de la invasión y la
lengua un instrumento de prédica. En los preámbulos de ciertas cédulas
incorporadas a la Recopilación
de las leyes de los reinos de las Indias se considera a las lenguas
nativas incapaces de expresar las complejidades teológicas. Junto a la religión, la tarea de alfabetizar y enseñar el
castellano a los millones de nativos del continente constituyó una labor
interminable. Cualquier disposición legal colonial orientada a su implantación
forzosa estaba condenada de antemano al fracaso.
La
imposición del castellano invadió también la educación superior. Actualmente el
sistema educativo dominante tiene valores, categorías conceptuales y modos de
pensar provenientes de tradiciones occidentales. Utiliza una multiplicidad de
palabras latinas ligadas a la sectorización de la ciencia, con una lógica
matemática relacionada a la creación de tecnologías, lo cual explica su postura
frente a las culturas nativas. De esta manera se produce un “dislocamiento
cultural.
Desde la apreciación histórica de esos antecedentes,
se puede concluir que el proceso de castellanización es una campaña permanente
desde hace cinco siglos -en desmedro de los idiomas indígenas- que ha tomado
forma de política de Estado y que se viene aplicando en la actualidad, bajo la
anuencia del modelo político de dominación: la Constitución política
realmente existente más allá del derecho escrito.
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